Antes de que el periodismo se amistara con la estadística, la periodista Liz Mineo detectó una forma de rastrear la corrupción con tablas numéricas. A fines de 1997, mientras el Perú era sacudido por frecuentes denuncias sobre malos manejos del gobierno de turno, Mineo puso atención en las obras públicas de prevención ante el Fenómeno del Niño, un proceso cíclico de alteraciones climáticas que suele desencadenar desastres en distintos puntos del país. La reportera se planteó una pregunta básica: ¿Cómo se había gastado el publicitado presupuesto público de cien millones de soles para esos trabajos? El problema era que el régimen de entonces no se caracterizaba por su transparencia. Tampoco existía la ley de acceso a la información. De hecho, el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), el organismo encargado de administrar el dinero y hacer las contrataciones, estaba controlado por militares ligados al temido asesor presidencial, Vladimiro Montesinos, quien había generado un ambiente casi policíaco en el Estado. Al hacer sus primeras averiguaciones, Mineo encontró que habían declarado en reserva toda información sobre obras públicas. Entonces se embarcó en una experiencia pionera de análisis forense de la información con fines periodísticos: construyó una base de datos para buscar patrones que permitieran descubrir la información oculta.