UNA LEYENDA DEL PERIODISMO LATINOAMERICANO escribió que este oficio no es un acto de narcicismo, sino un servicio a los demás. En OjoPúblico pensamos lo mismo. Nuestra idea original era tener un medio dispuesto a explorar los nuevos recursos y las narrativas digitales para contar mejores historias. Desde el inicio recibimos la ayuda generosa de muchos tecnólogos y periodistas avanzados que nos mostraron el camino. En el proceso descubrimos –muchas veces por la antigua metodología del ensayo y error– que más que nuevas herramientas, lo que necesitábamos era un cambio de mentalidad para entender las nuevas posibilidades que nos ofrece la era digital. La navaja suiza del reportero parte de una reflexión permanente acerca de este aprendizaje: estamos en un momento de la historia en que la tecnología ya no solo ayuda sino que obliga a renovar las prácticas tradicionales con una nueva dinámica enfocada en el rigor y la innovación.
Más que ante un desafío técnico, estamos ante un cambio en la naturaleza de la profesión. En lugar de un receptor o un perseguidor de información, el periodista de hoy es el arquitecto de una realidad digital que tiene varias dimensiones: seguridad electrónica, para evitar riesgos internos y ataques externos; la escala masiva de los datos, que ha alcanzado proporciones hasta hace poco inmanejables para la mente humana; el ámbito global de las investigaciones, que ya no tiene fronteras; y la complejidad narrativa que supone contar una historia que puede implicar a personajes y hechos en diferentes países, continentes y periodos de tiempo. La esencia del periodismo sigue siendo la búsqueda de información de interés público. La diferencia de ahora está en las nuevas estrategias, métodos y procesos propiciados por la tecnología. David Leigh, el ex editor de investigaciones del diario inglés The Guardian, explicaba así la experiencia que supuso la escala del caso WikiLeaks: “Fue como encontrar pequeñas pepitas de oro en medio de una montaña de datos”. El trabajo en equipo de reporteros y hackers para explorar grandes volúmenes de información supone un cambio radical en la capacidad operativa del periodista: si antes un reportero buscaba el caso singular como síntoma de un problema mayor, ahora somos capaces de reconstruir e interpretar procesos complejos.
Esto ha tenido un impacto decisivo con resultados que van desde el descubrimiento de casos nacionales de corrupción hasta investigaciones globales a partir de filtraciones como los Offshore Leaks, los Luxemburgo Leaks o el caso Panama Papers, que implicó un volumen 2 mil veces mayor al de WikiLeaks. La tecnología ha convertido las limitaciones individuales en accidentes menores: ahora estamos en la era de la redacción global, donde cientos de periodistas pueden aportar a una misma historia desde distintos países y realidades, sin conocerse ni siquiera haberse escuchado la voz. El ciberespacio ya no es un lugar sino una cultura.
Los reporteros que trabajamos con bases de datos masivos hemos aprendido a construir nuevas preguntas y establecer nuevos tipos de hipótesis para buscar patrones, tendencias, fenómenos ahora identificables. El revés de esta realidad es que debemos estar alertas a otra clase de ruido, como los falsos positivos, es decir información aparentemente cierta, que sugiere algo distinto a lo que ocurre en la realidad. Un caso evidente es lo que ocurrió cuando un equipo del Washington Post investigó una serie de remates de casas realizada por la oficina de impuestos a propietarios que no habían podido pagar o que pagaron a destiempo. Lo que empezó como un tema de morosidad financiera se reveló pronto como un drama social: muchos propietarios eran adultos mayores que no podían salir al banco porque estaban enfermos o habían olvidado hacerlo por problemas de memoria. Lo que estaba ocurriendo en realidad era la aplicación abusiva de las normas a personas vulnerables. El logro periodístico fue detectar ese abuso a partir de números fríos. Hay que saber leer los datos, pero nada reemplaza al trabajo de campo del reportero.
Con frecuencia nos preguntan qué perfil debe tener hoy un periodista para trabajar de esta manera. La respuesta es que debe dominar ciertas herramientas esenciales, pero sobre todo debe estar dotado de una nueva intuición sobre las maneras de acercarse a la verdad. El ganador del Pulitzer Elliot Jaspin lo dijo así: “las computadoras no hacen bueno a un mal reportero. Lo que hacen es convertir a un buen reportero en uno mejor”. A eso aspira esta navaja que, como dice Mij Ebner, bien podría ser una brújula. Esto es lo que aprendimos en este tiempo. Aquí lo tiene quien busque una guía para encontrar su propio camino.