En una primera etapa, la reportera de El Comercio buscó fuentes internas. Tras un persistente trabajo de convencimiento, un funcionario del Indeci accedió a colaborar: le entregó un file de 80 páginas con información de las obras y los contratistas. Era el mejor insumo que podía obtener. “Me dio miedo que se desanimara si le pedía los documentos en un disquete”, recuerda Mineo. El segundo paso fue trasladar toda la información a una tabla de Excel, que incluyó 293 obras en 21 departamentos del Perú, por un monto de 100 millones de soles, a cargo de 61 empresas. “Eran demasiados números para hacer cálculos a mano o con calculadora”, recuerda. 1
8 medios latinoamericanos tienen equipos periodísticos integrados por hackers para hacer análisis masivo de datos. En el Perú, OjoPúblico y Convoca trabajan con programadores.
El resultado fue un compendio de irregularidades: el primer filtro permitió detectar que muchas de las supuestas obras de prevención se concentraban en departamentos que no pertenecían al área vulnerable frente al Fenómeno del Niño. Cuando averiguó quiénes eran los accionistas de las empresas beneficiadas con los contratos, Mineo identificó que 12 de las 61 compañías eran de propiedad de compañeros de armas del jefe del Indeci, el general Homero Nureña. Además, una de las empresas estaba a nombre de su secretaria privada y otra, de su sobrino. Un tercio eran empresas creadas apenas meses antes de recibir los contratos y algunas incluso después de haberlos obtenido.
La tercera etapa fue la verificación. Mineo, con el apoyo de los corresponsales del diario, visitó los lugares de las inversiones y descubrió obras inconclusas e incluso algunas que nunca existieron. Así comprobó que el general Nureña había beneficiado a Cajamarca, su ciudad natal, pese a que ese departamento no sufría los embates de El Niño, y que mandó levantar allí una escuela primaria que luego bautizó con el nombre de su madre. De no haber realizado en persona ese recorrido, quizás los hallazgos no habrían sido tan contundentes.
La experiencia marcó un cambio en las capacidades operacionales de la periodista. En una época en que el Gobierno se reservaba la facultad de manejar la información pública, Liz Mineo combinó las técnicas periodísticas tradicionales con el uso incipiente de recursos propios de la mentalidad de datos para realizar una contundente investigación. El caso se convirtió en una serie de 15 artículos en El Comercio. Tiempo después, el general Nureña fue condenado a prisión por malversación de fondos.
2014 fue un año clave para la unión de periodistas y tecnólogos en el Perú: se abrió el capítulo de Hacks&Hackers en Lima.
Por mucho tiempo, esta experiencia pionera permaneció como un caso aislado en el panorama periodístico peruano. Replicarla era poco probable en un país con tan poco apego al registro de la realidad que había quien ponía en duda hasta la fecha de cumpleaños del presidente de la República. 2 Al menos hasta fines del siglo XX, los archivos públicos peruanos adolecían de amnesia y las agencias del gobierno administraban sus presupuestos con algo más parecido a la nigromancia que a la contabilidad. Los reporteros de investigación estuvieron concentrados en rastrear el narcotráfico, el terrorismo o la corrupción. Tenían que descubrir esas redes a partir de fuentes directas.