Por David Hdalgo
En noviembre del 2017, durante un cónclave de periodistas en Sudáfrica, la editora estadounidense Susanne Reber presentó un proyecto que encandiló a los presentes: un equipo de reporteros había investigado la historia de una poco conocida activista de los derechos civiles en Mississipi y ahora estaba a punto de presentarla en un montaje con actores profesionales. El guión de la obra estaba basado en un riguroso proceso de entrevistas, reporteo e investigación documental. Era parte de una iniciativa llamada Story Works, que explora la inédita colaboración entre el periodismo y el teatro. En una sesión diseñada para presentar experiencias multimedia, el experimento resultaba una propuesta refrescante para contar historias en un momento clave para el periodismo global.
Que Reber haya presentado un adelanto del proyecto en ese escenario era todavía más significativo: el encuentro era la Conferencia Global de Periodismo de Investigación 2017, la décima edición de un evento anual organizado por la Global Investigatve Journalism Network para analizar el estado del oficio en el planeta y fomentar las mejores prácticas. En esa edición, realizada en Johannesburgo, más de 1200 periodistas de 130 países nos enfrascamos en cinco días de conversatorios y talleres para compartir ideas, que es la mejor manera de fomentar la exploración y elevar los estándares de lo que hacemos.
Lo que la propuesta de Reveal y varias otras demostraron es que el periodismo de investigación está en una intensa exploración de formatos para hacer que a la gente le importen los hallazgos en vez de darlo por descontado. Puede ser a través de una obra teatral, pero también a través de medios más sofisticados como el uso de dispositivos de GPS que permitió a Bryan Christy, un experto en la cobertura de crímenes de vida silvestre, identificar la ruta de unos traficantes de colmillos de elefante mediante señales de satélite y el seguimiento vía Google Earth. El reportero había diseñado unos colmillos faltos que llevaban transmirores escondidos. Christy, que recomendaba ser creativo para investigar temas complejos, dijo que se inspiró en el documental The Cove, que reveló el cruento asesinato de delfines en Japón mediante el uso de cámaras esondidas con apariencia de rocas.
El mayor desafío, sin embargo, sigue estando en la manera en que pensamos una historia. Christy comentó cómo años atrás tuvo que convencer a los editores de National Geographic para realizar una investigación sobre el mayor traficante de especies silvestres de Asia. Al principio le dijeron que si bien NG publica historias de especies en peligro, no necesariamente hace periodismo de denuncia. El argumento del reportero fue que tenían la oportunidad de hacer un cambio esencial: de las historias enfocadas en la víctima, había que pasar al enfoque en el victimario. Con ese nuevo sentido, Christy pudo revelar una gigantesca trama en que intervenían desde autoridades del gobierno malasio hasta redes criminales organizadas que se beneficiaban de los vacios en la ley.
La publicación de la historia produjo resultados que no se hubieran logrado de otro modo: el traficante fue llevado a juicio y condenado a seis años de prisión, la pena más alta dada en Malasia por este delito; los funcionarios implicados en la red también fueron denunciados; y el parlamento de ese país planteó reformas legales que ahora permiten combatir estos crímenes contra la naturaleza.
Bryan Christy dijo que, para cubrir casos como ese, un reportero debe tener una idea clara: una historia de crímenes contra la vida salvaje no es una historia sobre medioambiente; es una historia de crimen. Un lector puede encontrar deprimentes los relatos de animales en peligro o incluso los del calentamento global, pero siempre encontrará intesresante el relato de un crimen,
En el mismo panel que Susanne Reber y Bryan Christy, me tocó exponer la experiencia de OjoPúblico. Mi presentación estuvo orientada a tres lecciones que guían nuestro trabajo como medio digital:
-La primera es que el periodista debe hacer un diseño de investigación en base a varios criterios, desde la seguridad digital hasta la escala de los datos que ahora se puede manejar para explicar asuntos complejos. Este diseño parte de una hipótesis, pero contempla además todos los posibles productos que se espera obtener de la investigación y cómo se va a ver lo que desarrollemos.
-La segunda, es que la mejor manera de expandir el alcance y el impacto de una historia es generar alianzas con otros medios, para trabajar con un sentido colaborativo, que es el signo de los tiempos. Esa ha sido la base de nuestra experiencia en proyectos como Memoria Robada (sobre el tráfico de patrimonio cultural en América Latina) o Big Pharma (sobre las prácticas abusivas de la industria farmacéutica en la región), que involucraron periodistas de al menos 5 países.
-La tercera, es que debemos atrevernos a experimentar con todos los formatos posibles, desde las herramientas digitales hasta los newsgames y cualquier pieza que permita a la audiencia una nueva entrada al tema. Nuestros proyectos más logrados incluyen piezas que guardan sentido en sí mismas, capaces de comunicar información importante aunque el lector no termine de ver todo el especial.
Quizá la mejor noticia de la Conferencia Global de Periodismo de Investigación 2017 fue el intenso espíritu experimental que se percibe en una época de grandes desafíos y oportunidades: desde el uso de tecnología hasta nuevas dinamicas de investigación, como las redes de periodismo transfronterizo que han permitido denunciar la trata de personas entre Malasia e Indonesia o el gigantesco caso de corrupción LavaJato en América Latina.