Hablemos de big (really big) data

A inicios del siglo XXI, el economista estadounidense Steven Levitt imaginó una economía de lo raro. Se trataba de encontrar verdades sorprendentes a partir de la forma en que se analizaban los datos. Levitt lo hizo llevando al extremo la lógica de hacer preguntas: ¿Por qué continúan viviendo los traficantes de drogas con sus madres? o ¿qué resulta más peligroso, una pistola o una piscina? En uno de sus ensayos planteó a sus lectores el caso de una pareja que evita enviar a su hija a casa de una vecina cuyo padre guarda una pistola en casa, pero la deja ir donde otra que vive en una casa con piscina en el patio. La pregunta fue cuál decisión era la correcta para la seguridad de la niña. Levitt encontró que de acuerdo a las estadísticas, hay una muerte infantil por cada 11 mil piscinas, lo que en un país con 6 millones de piscinas supone una media de 550 niños ahogados al año. En cambio, un niño muere de un disparo por cada millón y medio de armas. En un país con 200 millones de armas, la proporción de 175 niños muertos de un disparo al año. Traducción: una niña tiene estadísticamente más probabilidades de morir en una piscina que jugando con el arma del papá de su vecina. Si el ser humano suele modificar sus comportamientos con muestras a escala, ¿qué pasa cuando la información desborda nuestra capacidad de almacenarla? “La era de los datos masivos pone en cuestión la forma en que vivimos e interactuamos con el mundo”, explican Schönberger y Cukier.